¿Qué debe saber un niño de
cuatro años?
Alicia Bayer. The Huffingtan Post.
Hace
poco, en un foro sobre la educación de los hijos, leí una entrada de una madre
preocupada porque sus hijos, de cuatro años y año y medio, no sabían lo
suficiente. “¿Qué debe saber un niño de cuatro años? preguntaba.
Las
respuestas que leí no solo me entristecieron sino que me irritaron. Una madre
indicaba una lista de todas las cosas que sabía su hijo. Contar hasta 100, los
planetas, escribir su nombre y apellido, y así sucesivamente. Otras presumían de que sus hijos sabían
muchas más cosas, incluso los de tres años. Algunas incluían enlaces a páginas
con listas de lo que debe saber un niño a cada edad. Solo unas pocas decían que
cada niño se desarrolla a su propio ritmo y que no hay que preocuparse.
Me
molestó mucho que la respuesta de esas mujeres a una madre angustiada fuera
añadirle más preocupación, con listas de todo lo que sabían hacer sus
hijos y los de ella no. Somos una
cultura tan competitiva que hasta nuestros niños en edad preescolar se han
convertido en trofeos de los que presumir. La infancia no debe ser una carrera.
Por
todo ello, he decidido proponer una lista de lo que debe saber un niño (o una
niña) de cuatro años:
- Debe
saber que la quieren por completo, incondicionalmente y en todo momento.
- Debe
saber que está a salvo y debe saber cómo mantenerse a salvo en lugares
públicos, con otra gente y en distintas situaciones. Debe saber que tiene que
fiarse de su instinto cuando conozca a alguien y que nunca tiene que hacer algo
que no le parezca apropiado, se lo pida quien se lo pida. Debe conocer sus
derechos y que su familia siempre la va a apoyar.
- Debe
saber reir, hacer el tonto, ser gamberro y utilizar su imaginación. Debe saber
que nunca pasa nada por pintar el cielo de color naranja o dibujar datos con
seis patas.
- Debe
saber lo que le gusta y tener la seguridad de que se la va a dejar dedicarse a
ello. Si no la apetece nada aprender los
números, sus padres tienen que darse cuenta de que ya los aprenderá, casi sin
querer, y dejar que en cambio se dedique a las naves espaciales, los
dinosaurios, a dibujar, a saltar, correr o a jugar en el barro.
- Debe
saber que el mundo es mágico y ella también. Debe saber que es fantástica,
lista, creativa, compasiva y maravillosa. Debe saber que pasar el día al aire
libre haciendo collares de flores, pasteles de barro y casitas de cuentos de
hadas es tan importante como practicar la fonética, mejor dicho, mucho más.
Pero
más importante es lo que deben saber los padres:
- Que
cada niño aprende a andar, hablar, leer y hacer cálculos a su propio ritmo, y
que eso no influye en absoluto en cómo de bien ande, hable, lea o haga cálculos
después.
- Que
el factor que más influye en el buen rendimiento académico y las buenas notas
en el futuro es leer a los niños de pequeños. No las fichas, ni los manuales,
ni las guarderías elegantes, ni los juguetes y ordenadores más rutilantes, sino
que mamá ó papá dediquen un rato cada día o casa noche (o ambos) a sentarse a
leerles buenos libros.
- Que
ser el niño más listo o más estudioso de la clase nunca ha significado ser el
más feliz. Estamos tan obsesionados por tratar de dar a nuestros hijos todas
las “ventajas” que lo que les estamos dando son unas vidas tan pluriempleadas y
llenas de tensión como las nuestras. Una de las mejores cosas que podemos
ofrecer a nuestros hijos es una niñez sencilla y despreocupada.
- Que
nuestros niños merecen vivir rodeados de libros, naturaleza, utensilios
artísticos y la libertad para explorarlos. La mayoría de nosotros podríamos
deshacernos del 90% de los juguetes de nuestros hijos y no los echarían de
menos, pero algunos son importantes: juegos como los Lego y las construcciones,
juguetes creativos como los materiales artísticos de todo tipo (buenos), los
instrumentos musicales (tanto clásicos como multiculturales), disfraces, y
libros y más libros (cosas, por cierto, que muchas veces se pueden conseguir
muy baratas en tiendas de segunda mano). Necesitan libertad para explorar con
estas y otras cosas, para jugar con montoncitos de alubias secas en el taburete
(supervisados, por supuesto), amasar pan y ponerlo todo perdido, usar pintura,
plastilina y purpurina en la mesa de la cocina mientras hacemos la cena aunque
lo manchen todo.
- Que
nuestros hijos necesitan tenernos más. Hemos aprendido tan bien eso de que
necesitamos cuidar de nosotros mismos que algunos lo usamos como excusa para
que otros cuiden de nuestros hijos. Claro que todos necesitamos tiempo para un
baño tranquilo, ver a los amigos, un rato para despejar la cabeza, y, de vez en
cuando, algo de vida aparte de los hijos. Pero vivimos en una época en la que
las revistas de padres recomienda que tratemos de dedicar 10 minutos diarios a
cada hijo y prever un sábado al mes dedicado a la familia ¡Que horror!.
Nuestros hijos necesitan la Nintendo, los ordenadores, las actividades
extraescolares, las clases de ballet, los grupos organizados para jugar y los
entrenamientos de fútbol mucho menos de lo que nos necesitan a NOSOTROS.
Necesitan a unos padres que se sienten a escuchar su relato de lo que han hecho
durante el día, que se sienten a hacer manualidades con ellos, padres y madres
que les lean cuentos y hagan tonterías con ellos. Necesitan que demos paseos
con ellos en las noches de primavera sin importarnos que el pequeño vaya a
150m. por hora. Tienen derecho a saber que para nosotros son una prioridad y
que nos encanta verdaderamente estar con ellos.
¿Qué
necesita un niño de cuatro años? Mucho menos de lo que pensamos, y mucho más.